Agri Division
Clasificadoras ópticas para la cosecha del tomate
En los albores de la historia de Protec están las cosechadoras automotrices para tomates diseñadas por su Fundador Luigi Sandei. Gracias a nuestra historia y a la continua inversión en competencias y tecnología, podemos aplicar a nuestro proyecto industrial un amplio conocimiento de las técnicas de cultivo. Esto nos permite desarrollar clasificadoras tecnológicamente avanzadas para instalar en cualquier modelo de cosechadora automotriz para tomate.
Objetivo calidad: nuestra experiencia al servicio de tu producto
El personal de Protec Sorting Equipment cuenta con un patrimonio de conocimientos exhaustivos sobre los procesos de cultivo del tomate. Somos capaces de seguir a nuestros clientes a lo largo de cada paso productivo de sus proyectos agroalimentarios. Nuestras clasificadoras intervienen en la fase final de recolección, pero nosotros secundamos cada paso de los cultivos para asegurar un tomate adecuado al procesamiento en la industria conservera, para un producto final de alta calidad.
Técnica de cultivo – Puesto en la rotación
En el cultivo al aire libre, el tomate es una típica planta inicial de la rotación. Es desaconsejable repetir su cultivo en el mismo terreno a intervalos demasiado breves. Deberán pasar al menos 3-4 años si se quiere evitar que la carga patógena de parásitos fúngicos y de nematodos crezca demasiado. En este periodo, el terreno no puede albergar ni siquiera otras solanáceas (tabaco, pimiento, berenjena, patata) que tienen los mismos problemas parasitarios. En el caso del cultivo en invernadero es más difícil respetar la regla de la rotación y, a menudo, para eliminar los agentes patógenos presentes en el terreno, se recurre a la desinfección con fumigantes y esterilizantes de suelos.
Preparación del terreno
La preparación del terreno para acoger el cultivo del tomate debe cuidarse mucho, sobre todo en caso de que la implantación se haga con siembra en campo.
En general, la sucesión de las operaciones prevé una labor de desfonde (40-50 cm) en el verano anterior y labores complementarias de amelgado durante el otoño y el invierno. En los terrenos arcillosos, para obtener el amelgado perfecto requerido por el pequeño tamaño de las semillas, resulta oportuna la preparación anticipada del lecho de siembra con rastrillados enérgicos que rompen el estado estructural del terreno.
En algunos casos, la implantación del cultivo de tomate no se hace en llano, sino en un terreno perfilado, en estrechas franjas separadas una de la otra por los surcos que sirven para el riego por infiltración lateral. En estos casos, el terreno ha de ser preparado oportunamente antes de la siembra o del trasplante.
Abonado
Al tomate debe garantizársele un suministro adecuado de los elementos nutritivos necesarios con abonos minerales incluso en el caso, cada vez menos frecuente, de que esté disponible estiércol o algún otro abono orgánico.
La cuantía del abonado ha de estar proporcionada a la productividad del suelo y a los elementos macronutritivos ya presentes en el suelo mismo.
En el caso de cultivos en invernadero, muy intensivos y capaces de dar producciones muy elevadas (120-150 t/ha y más), se recomiendan abonados del siguiente orden de magnitud: 100-150 kg/ha de P2O5, 200-250 kg/ha de K2O, 250-300 kg/ha de nitrógeno. En el caso de cultivos al aire libre, la productividad es inferior a la del invernadero, pero también aquí es necesario distinguir entre cultivo de secano y de regadío.
En cultivo de regadío, las producciones esperables son del orden de 80-100 t/ha y el abonado debe ser hecho con 100-120 kg/ha de P2O5, 150-200 kg/ha de K2O y 180-200 kg/ha de nitrógeno; es necesario prever dosis reducidas en el cultivo de secano, cuyas producciones ascienden a 20-30 t/ha. Los abonos fosfatados y potásicos han de ser enterrados durante la preparación del terreno, mientras que los nitrogenados deber ser echados en parte al momento de la siembra o trasplante (1/2-1/3 del total, como urea) y en parte en cobertura (como urea o nitrato amónico).
Los cultivos de tomate pueden ser implantados con la siembra o con el trasplante.
Semillero
El trasplante requiere la producción de plantones en semillero que en gran medida está protegido, para asegurar la temperatura idónea a la germinación. La siembra puede ser hecha a voleo en el lecho de siembra, o con semilla individual en contenedores (fitoceldas, paneles alveolares) o en cubitos de mantillo; en el primer caso, las plantas se trasplantan a raíz desnuda, en los demás casos con el cepellón.
La siembra en semillero asegura varias ventajas: ganancia de tiempo, mayor precocidad, mayor uniformidad, ahorro de simiente.
La siembra en semillero se realiza en época diferente según el tipo de cultivo que se desea hacer: otoño-principios de invierno para los cultivos en invernadero; invierno para los cultivos anticipados, temporalmente protegidos; finales de invierno (febrero-marzo) para los cultivos en campo de plena temporada; verano para los cultivos en ciclo aplazado.
De 1 m cuadrado de semillero pueden obtenerse 500-600 plantones adecuados para el trasplante, para tener los cuales han de sembrarse 2-3 gramos de semillas correspondientes a 600-900 semillas por metro cuadrado. Por cada hectárea de cultivo son necesarios 60-80 metros cuadrados de semillero, considerando una densidad de plantación de 3500-4500 plantas por hectárea.
Trasplante
después de 40-60 días de la siembra, los plantones de tomate alcanzan la fase de 4-5 hojas y una altura de 100-150 mm: éste es el mejor momento para el trasplante.
En los cultivos al aire libre de tomate para industria, el trasplante se realiza desde mediados de abril hasta mediados de mayo. Al aire libre, una implantación muy utilizada es la de hileras pareadas, de la que se hablará posteriormente a propósito de la siembra directa.
El trasplante se hace a mano o a máquina; a este último sistema se adaptan bien los plantones con cepellón criados en contenedores alveolares.
Siembra directa
La siembra directa tiende a extenderse en el cultivo al aire libre porque tiene la ventaja de reducir los costes de implantación y dar lugar a plantas vigorosas, especialmente en el aparato radical, al no tener que superar la crisis del trasplante. Los aspectos negativos son: se consumen mayores cantidades de simiente, el lecho de siembra debe ser preparado con gran esmero, un cierto aclareo puede resultar a veces necesario, la siembra no puede ser realizada antes de que la temperatura haya alcanzado el valor mínimo necesario (12°C aproximadamente) para garantizar una germinación y una emergencia aceptablemente rápidos.
El tomate se puede sembrar con un exceso de simiente (1-1,5 kg/ha) postergando al aclareo la eliminación de las plantas de más; o bien se pueden sembrar 0,4-0,5 kg/ha de simiente con sembradora de precisión, en cuyo caso el aclareo puede ser omitido.
La distribución de las plantas, y por lo tanto de las semillas, sobre el terreno se puede hacer a hileras simples distantes 1-1,5 m, pero por lo general se hace a hileras pareadas con 0,30-0,40 m entre las hileras del par y 1,3-1,5 m entre los pares.
La hilera pareada es ventajosa por varios aspectos:
- Mejor sombra de las bayas por parte del follaje;
- Menor ramificación y mayor contemporaneidad de maduración por la fuerte competición entre las plantas del par;
- Menor coste de la instalación de riego por goteo (bastante difundida) por el menor desarrollo lineal de las alas goteadoras;
- Mayor facilidad de cosecha mecánica.
La inversión varía de 3 plantas por m2 en el caso de cultivo con hileras simples a 6-8 en caso de hileras pareadas.
La profundidad de siembra no debe ser excesiva: dada la pequeñez de las semillas, no han de superarse los 20-30 mm.
Cuando se emplea la sembradora de precisión, la regularidad de la siembra es potenciada por las pellas con semillas, ya que la superficie tormentosa de estas últimas tendería a hacerlos aglomerar.
La siembra del tomate al aire libre se lleva a cabo en primavera: hacia marzo en los ambientes más templados del sur, en abril en el centro-norte.
Cuidados de los cultivos
Al trasplante es necesario siempre un riego adicional para asegurar el arraigo. Después de la siembra, un rulado puede favorecer la imbibición de las semillas y la germinación.
Las escardaduras son aconsejables no sólo para controlar las malas hierbas, sino también para airear el terreno y reducir la evaporación.
En muchos casos se practica la cubrición del suelo con películas plásticas negras: en general está asociada a un tipo de implantación en hileras pareadas y al riego por goteo. El ala goteadora está situada en el centro del par, por debajo de la película de cobertura. Los elevados costes están compensados por considerables ventajas, tanto agronómicas como cualitativas (limpieza del producto).
La colocación de rodrigones es necesaria en el caso de las variedades de invernadero o de ciertas variedades (San Marzano) de huerta con desarrollo indeterminado. En estas mismas variedades se practican algunas operaciones especiales como: desyemado para eliminar las yemas axilares y así mantener una planta monotallo; despunte, cercenando la planta dejando 3-6 racimos fructíferos para favorecer la maduración de los frutos en los racimos dejados; tratamientos con fitorreguladores que, en los cultivos en invernadero, favorecen el cuajado de las flores y el desarrollo de frutos partenocárpicos.
El riego es una intervención que aumenta y estabiliza los rendimientos, aunque no siempre favorece la calidad de los frutos. Riegos frecuentes y ligeros son preferibles para los tomates de mesa; para los de industria, resultan más indicados riegos menos frecuentes y más abundantes, teniendo cuidado de hacer el último riego con bastante antelación respecto a la recolección; en caso de disponibilidad hídrica limitada, se puede economizar agua durante la fase vegetativa y durante la de maduración, pero es importante que el agua no falte durante la fase de floración. Una gestión inadecuada del agua puede producir en variedades sensibles daños como podredumbre apical, rotura de los frutos y quemado.
Como sistemas de riego, el de aspersión no está libre de inconvenientes (favoreciendo enfermedades fúngicas y chancro bacteriano); el de infiltración lateral es uno de los más usados, mientras que está difundiendo el sistema por goteo: ambos tienen la ventaja de no mojar la planta.
Antes del trasplante:
Si la siembra se realiza sobre un sustrato pobre en elementos nutritivos, como la vermiculita, hay que empezar la fertirrigación muy pronto, apenas después de la germinación, utilizando una solución nutritiva que contenga de 1 a 2 g/litro de un fertilizante rico en fósforo (Fósforo monoamónico o un NPK completo).
El abonado de fondo debe incluir el fósforo y el potasio. El nitrógeno es conveniente distribuirlo en parte antes del trasplante, empleando formas de nitrógeno de acción prolongada (amoniacal o de cesión lenta), sobre todo en suelos ligeros, y la parte restante en cobertura.
Después del trasplante:
Es preferible que el trasplante se realice en un terreno ya fertilizado; si esto no es posible, podemos utilizar una solución nutritiva con 1,5%-2 g/litro de fertilizante y actuar de la siguiente manera: humedecer el sustrato con una solución nutritiva antes del trasplante y sucesivamente regar con la solución preparada. Para preparar la solución podemos elegir un fertilizante NPK completo con una relación cercana a 1-1-2.
Si el trasplante se realiza en un terreno bien enriquecido, se comenzarán las fertirrigaciones a partir de la tercera hoja.
El abonado de cobertura aportará la parte restante de nitrógeno, en función del desarrollo del cultivo, de la marcha estacional y de la técnica de aplicación, empleando fertilizantes de acción rápida, como el nitrato cálcico, el nitrato amónico y el nitrato potásico.
La modalidad de distribución está relacionada con el ritmo de absorción del nutriente por parte de la planta.
El tomate es una planta con elevadas necesidades de agua, especialmente durante la fase de engrosamiento de los frutos.
En una situación de estrés hídrico, los frutos son más susceptibles a la necrosis apical BER.
Es difícil cuantificar con precisión las necesidades de agua del tomate, ya que la producción de los frutos es muy variada.
Las necesidades de agua pueden variar en función de las áreas de cultivo, de la época de implantación y de la precocidad del cultivo. Por lo general son necesarias intervenciones cercanas en el tiempo, al menos con frecuencia semanal, con volúmenes de irrigación que se sitúan en torno a 300-450 m3/ha/semana.
El primer riego debería realizarse cuando el contenido residual de agua en los primeros 50 cm de suelo, medido mediante tensiómetros o estimado mediante un balance hídrico, sea del 60% aproximadamente.
Hay que considerar que entre los aspectos más descuidados en la gestión del riego figura sin lugar a dudas el diseño de la instalación de riego y de fertirrigación. La adopción de materiales no adecuados puede volver más bien nula la eficacia de la intervención de fertirrigación o causar daños considerables al cultivo o al medio ambiente.
La manguera perforada tradicional, por ejemplo, a causa de la conocida falta de homogeneidad de distribución del agua, no se presta a ser usada eficazmente para la fertirrigación. La técnica hoy día pone a disposición nuevas alas goteadoras llamadas autocompensantes, que permiten una distribución regular del agua de los goteros, incluso en condiciones de longitudes considerables o de terrenos en pendiente.
La planta del tomate puede considerarse medianamente tolerante a la salinidad, por lo que puedan ser utilizadas aguas con un bajo contenido salino, 1-1,5 por mil.
